Comencemos por una definición fundamental: asertividad. ¿Por qué? Para poder dejar en claro, desde el comienzo, y sin misterios ni recursos literarios, la diferencia entre asertividad y avasallamiento.
Aquella persona asertiva es la que actúa en consecuencia de lo que piensa. La asertividad es aquella conducta o formato comunicacional que se sitúa entre dos extremos: la pasividad y la agresividad.
Pongamos el siguiente ejemplo: si voy en el ómnibus y el que viene al lado me está pisando el pie desde hace ocho paradas puedo:
a) gritarle durante prolongados minutos insultando a su madre, al cuadro del que es hincha poniendo en duda su masculinidad;
b) no decirle nada y patear a mi perro al llegar a casa;
c) comentarle adecuadamente que eso que el siente como una lomita debajo de su pie es el mío propio.
Probablemente, la forma c de comunicación sea la que traiga mejores resultados, y no es necesario que traiga manual alguno para demostrarlo, ni que salgamos a constatarlo empíricamente, ¿o sí?
¡¡¡Pero no!!!
Parece que nuestros amiguitos viven en un mundo a contramano, done la forma privilegiada no es la asertividad, sino la pura y dura pasividad (por las dudas, la respuesta b). Así nos quedamos todos frustrados, esperando una respuesta que probablemente él quisiera dar y que luego le comente al amigo
O peor...
Parece que a la hora de decir lo que pensamos, de comentar asertivamente (según se explicita en la respuesta c) alguna idea que se nos cruza por la mente... pasamos a una categoría de la que nunca más saldremos: "sos avasallante". Y ahí nos quedamos. Esperando que él diga lo que nunca va a decir, con tal de evitar el estigma...
Al final, el ser asertivas nos lleva a ser tachadas de avasallantes, término que implica agresividad, y un dejo de violencia... cuando las realmente violentadas somos nosotras: obligadas a no ser nosotras mismas, y sin lograr nada de lo que queremos...